Difícil es regar el árbol, criar al hijo y vender el libro

Lázaro Cárdenas, Michoacán.- (Por Beymar Hernández Barragán) Un libro tiene un valor estético, moral, comunitario, pero sobre todo un valor económico que permite a los autores independientes recuperar una parte de su inversión y continuar su labor social. No se hace un libro solo por amor al arte, éste se realiza para compartir ideas, participar en el mundo, plantear soluciones o para contar y disfrutar historias.

En la hechura de un libro van impregnados saberes, preparación profesional, cursos, pero sobre todo tiempo, el tiempo de tu vida. La mejor manera de apoyar a un autor independiente es comprar su obra, no porque debamos hacerlo por condescendencia, sino por cuestión ética, ya que todo trabajo vale ¿O no? En este sentido, es obligación del escritor presentar un buen libro, que guste y valga la pena para cubrir la necesidad del público. Por eso los libros pasan por un proceso de creación, investigación, revisión, corrección de estilo, edición, impresión y divulgación. Un buen libro puede llevar meses a años, todo  depende de la convicción del autor.

La actualidad tiene muchas ventajas como el acceso a la información, pero supone un reto complejo, porque los usuarios exigen más cada vez; información digerible, estética, fácil y gratuita, además si está en internet gratis y en pdf mucho mejor. Ahora lo digo sin llorar, el trabajo de un escritor vale, pensar la escritura como un hobbie es solo para quien vive de sus rentas, o no le quiere entrar de lleno al ámbito de la divulgación.

No debemos dejarnos arrastrar por la desesperanza solo porque un fragmento de la sociedad no le da valor a tu diamante, es importante enfocarse en el proceso de difusión y hacer circo, maroma y teatro para proyectar la obra ya sea a través de lecturas, dramatizaciones, cuenta cuentos o vídeos cortos ¡Ni modo! Nos toca improvisar y buscar maneras de acercar la lectura a  la sociedad.

Según Gabriel Zaid en su libro Dinero para la cultura, son cinco fuentes de financiamiento para desarrollar la cultura: el sacrificio personal, la familia, el Estado, los mecenas y el mercado, de la armonía de alguno de ellos o los cinco depende la difusión de la obra y la calidad de vida del autor.

Termino por decir que un libro no es como un hijo, jamás te hará sentir las emociones y el corazón apachurrado cuando lo ves sonreír o cuando está enfermo a la espera en la sala de un hospital. A un libro te lo pueden despreciar, ¡A un hijo no!

Fácil es tomarse la foto para regar el árbol, lo difícil es regarlo hasta verlo crecer, pero sobre todo defenderlo de aquellos que los quieren cortar simplemente por no recoger la basura. Culmino agradeciendo a todas las personas que han adquirido alguno de mis libros o los de mis colegas de LZC, también a las instituciones que me han apoyado para hacer realidad el sueño de escribir aunque sea independiente, pero siempre al servicio de la comunidad.

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