Por Francisco Rivera
Recientemente, en una charla con alumnos de bachillerato, la primer pregunta de ellos fue ¿los periodistas deben ser críticos?, sin más tiempo ni análisis, el conferencista dijo “Sí, a menos que sean jefes de comunicación o de prensa, de un representante popular, empresa, gobierno, artista o partido”.
¿Es verdad que son más críticos ahora los medios?, escuché como otra inquietud de otro estudiante, de un público gratamente participativo.
Se ocupa, -fue la respuesta-. Los funcionarios se han rodeado no de asesores sino de una especie de barberos quienes ocultan todo, presentan sus versiones de las cosas, y evitan que el patroncito conozca lo que el pueblo piensa de ellos, de sus decisiones, sus yerros –porque no pueden ser perfectos–, apuntaló.
El tema, por fresco, me viene en este 7 de junio, Día de la Libertad de Expresión.
Las libertades están consagradas en nuestra Constitución. La de manifestación de ideas en los artículos 6º y 7º, de la citada Magna Carta.
Y por si no bastara, el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce en el derecho internacional de los derechos humanos, al establecer que “todos tendrán derecho a opinar sin interferencia” y “todos tendrán derecho a la libertad de expresión, derecho que incluye la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo, independientemente de fronteras, por la vías oral, escrito o impreso, en forma de arte, o por cualquier otro medio.
Y cito dónde están garantizadas dichas libertades, porque hay quienes quisieran no estuvieran, cayendo en un “quien me critica, no está contra mí, está contra los que creen en mí, y en mi proyecto (sea político, de gobierno, o de cualquier tipo).
Como sobre peso, están las leyes, y la propia UNESCO, ha reconocido que esta fecha es para recordar que los gobiernos respeten sus compromisos con la libertad de palabra, de información y de expresión, aboliendo cualquiera de las medidas que restringen estas libertades.
La libertad de expresión contribuye a ejercer otros derechos y libertades fundamentales como la libertad de prensa, los derechos de reunión, de asociación, de petición y de participación política.
En otras palabras, es un derecho humano básico, constitucional, fundamental: inherente y necesario a la naturaleza humana.
De acuerdo a lo hallado, en México este día se remonta a los tiempos de Benito Juárez, quien legisló para que los mexicanos se expresasen libremente.
En la revolución mexicana, y previo, durante tiempos del porfiriato en que se ocupa señalar privilegios y abandonos, surgieron glorias del periodismo y algunos medios de comunicación.
La lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos. Es defensa a expresar nuestras propias ideas. Se precisa defender la manifestación de las ideas de los demás, por más ofensiva que la consideremos o contrarias a nuestro punto de vista, porque sencillamente, es respetar nuestra propia libertad de palabra.
El presidente Miguel Alemán Valdés, estableció el 7 de junio de 1951 como el Día de la Libertad de Expresión en México, y 25 años más tarde, otro mandatario, Luis Echeverría, añadió a esta celebración, la entrega del Premio Nacional de Periodismo por los trabajos desarrollados el año anterior en los diversos géneros periodísticos.
Ese protocolo se ha roto por los últimos gobiernos, pero se mantiene inquebrantable la libertad de expresión, un derecho para todos los ciudadanos y una herramienta esencial para los periodistas, quienes en estas garantías tienen una sólida base para su labor de transmitir información y lo que ella encierra: ideas y puntos de vista.
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