Por Francisco Rivera Cruz
Lázaro Cárdenas, Michoacán.- Aguas negras brotan en calles y avenidas de Lázaro Cárdenas, escurren por cuadras, donde los vehículos las dispersan y se respiran por todos. Sin importar, lo mismo “circulan” frente a un puesto de alimentos, escuelas, casas habitación que cualquier tipo de comercio, incluidos mercados.
Completa el cuadro, que de los contenedores para basura, sus escurrimientos –lixiviados– también nauseabundos, los remojan las lluvias y los llevan por algunas cuadras, para impregnar de sus particulares olores al aire, frente negocios, casas habitación o escuelas.
El mal estado de los drenajes y los focos de contaminación que representan los contenedores, se convierten en “cosa común”, reconocen comerciantes de la calle 20 de Noviembre, que cuestionan si hay alguna autoridad ambiental o de otro orden a quien reportar la contaminación ambiental.
De un depósito para basura, en 20 de Noviembre, dos cuadras antes de la sede de la Jurisdicción Sanitaria, baja hilillo de agua con olor nauseabundo, que se junta al de otro contenedor, el situado en calle Venustiano Carranza.
El recorrido de los líquidos pestilentes, que entre las llantas se lleva mucho más lejos, pasa frente a un centro prescolar y antes frente a un negocio reciente, El Botanerito, por ubicar el foco, porque lo mismo hay tiendas, negocios que viviendas en el trayecto de las aguas.
En la avenida Melchor Ocampo, una fuga de un registro frente a una taquería, invade calles y la historia se repite, los carros dispersan el líquido de drenaje. El punto es casi donde el semáforo de las avenidas Melchor Ocampo y Belisario Domínguez.
Los primeros invadidos con los fétidos olores, son la propia taquería, la Estética Mónaco, Bambú Cosméticos y el Restaurante Roma Bar.
Dos cuadras delante, en una alcantarilla y canal, caen las aguas sucias, frente a una lavandería, un negocio de pollo frito y otro denominado RB Solar, pero antes habiendo esparcido olor por más de una veintena de comercios, y haber visto a uno que otro ciudadano brincar apresurado las corrientes, obvio, arrugando la nariz.
En la avenida Tulipanes, frente a una promotora de vivienda y el corralón de vehículos de la empresa CFE, hay una especie de fuente también. Es una alcantarilla que vierte sus aguas residuales desde hace tanto tiempo, que es citadino el escurrimiento, para quienes por ahí pasan.
En este caso, los carros, igual se llevan en las llantas hasta el entronque de la ciudad, pestilencia y líquidos. En la zona se localiza una Universidad, y antes de una gasolinera, regresa al drenaje parte de lo que la alcantarilla tira, tal vez en una especie de recirculación.
La estela de desagradables olores ocurre en cualquier punto, porque, por ejemplo, en la avenida Rector Hidalgo, proviene de los respiraderos del drenaje, y en lo que ve a agua de drenaje, no es raro ver los escurrideros en mercados, particularmente los tianguis.
“El sistema de drenaje es tan viejo, que está parchado por donde quiera”, y en algunos puntos hasta se junta con el agua potable. “Si eso se escucha no es leyenda urbana, es la realidad de la ciudad del puerto más creciente de México”, señala un exdirectivo del Comité de Agua Potable y Alcantarillado de Lázaro Cárdenas.
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